El abuso sexual es uno de los eventos más violentos que hay, especialmente, si ocurrió en la infancia; ya que generalmente proviene de una persona a la que se le tiene confianza o admiración. Por eso, la víctima se lleva heridas físicas, sociales y psicológicas.
Las heridas sociales inician con el estigma sobre la persona, en que de alguna forma se convierte en un ser humano de segunda clase. Las expresiones de rechazo o lástima la colocan en una posición de desventaja.
Las heridas psicológicas, por otra parte, son un poco más complicadas y menos atendidas; porque el abuso destruye la forma en que la víctima se percibe a sí misma y los demás; sobre todo, la de aquellos con los que tiene que entablar relaciones de profundo afecto, como la pareja y las hijas e hijos.
Son esas heridas las que motivan en muchas ocasiones a callar y nunca sanar. Es importante atenderlas para que sanen de verdad, sino, sólo se está ignorando una herida infectada.