La pubertad es alcanzada por las niñas antes que los niños, a eso de los nueve o diez años; es decir, que en la mayoría de los casos, una chica de doce años ya no es una niña, sino, una adolescente, una señorita. En esta época las tensiones entre las chicas y sus madres tienden a ser más frecuentes. En estos casos no sólo las chicas tienen culpa al ser las que “quieren llevar la contraria”, sino también las madres que las quieren tratar como niñas malcriadas y no como adolescentes normales. Por eso es importante que las madres sepan reaccionar en esta etapa.
¿Qué no hacer? Ridiculizarla por cosas normales de la edad, como interesarse por chicos o preocuparse por su apariencia, imponerles prohibiciones y reglas sin sentido sólo “para que hagan lo que yo digo”.
¿Qué hacer? Platicar mucho con ella, hacer conciencia de que “tu cuerpo está listo para algo que tu mente aun no”, y mantener reglas adecuadas para su edad, ni ahogarla pero tampoco dejarla sin supervisión.
En los casos en que las tensiones madre – hija son demasiado graves, el problema es más profundo y es recomendable ayuda profesional.